CC Santo Domingo de Silos

viernes, 8 de febrero de 2019

El TDAH, el trastorno más diagnosticado en la infancia y adolescencia: ¿qué es realmente?

Todos hablamos de esta psicopatología como si fuéramos expertos, pero muy pocos saben realmente lo que implica

En la actualidad es frecuente escuchar en conversaciones tanto en casa como en las escuelas que aseveran de manera contundente que “mi hijo tiene déficit de atención porque no se concentra en las tareas escolares”, “a este niño le pasa algo porque sólo rinde cuando le interesa” o “voy a ver si le llevo a algún sitio para que le hagan la prueba del déficit de atención”. Y no tenemos en cuenta que el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad, más conocido por sus siglas TDAH, es un trastorno serio, muy serio, que implica una desadaptación importante en la gran mayoría de contextos donde se desarrolla el niño o el adolescente. De hecho, el TDAH es el trastorno más diagnosticado en la infancia y en la adolescencia tanto por médicos como por psicólogos. Hablar es gratis. Y todos hablamos del TDAH como si fuéramos expertos en dicho trastorno, pero muy pocos saben realmente lo que es el TDAH y sus implicaciones.


¿Qué es realmente el TDAH? Según el DSM-5, la biblia de los trastornos mentales, el TDAH está encuadrado en los trastornos del desarrollo neurológico, o lo que es lo mismo, los trastornos del neurodesarrollo. ¿Y esto qué quiere decir? Todos los trastornos del neurodesarrollo implican una inmadurez en el desarrollo del encéfalo. Y en el caso concreto del TDAH, ¿qué encuentran los estudios científicos? Que el desarrollo del cerebro en estos niños y adolescentes tiene un desfase o inmadurez equivalente a un 30-35%. ¿Y esto que supone en la práctica? Pues que el niño de 15 años que está diagnosticado de TDAH y se le exige un rendimiento académico equivalente a un chaval de su edad, tiene un funcionamiento cerebral equivalente a un niño de 10-11 años, es decir, que funcionalmente estaría en 5º o 6º de Educación Primaria. Por lo tanto, ese desfase es muy significativo. Una de las muchas creencias que hay en relación al TDAH es que son niños muy inmaduros. Claro que son niños inmaduros: tienen un trastorno del neurodesarrollo, lo que implica que su desarrollo es un tercio más lento de lo “habitual” o “normativo”. Por lo tanto, el TDAH es un trastorno crónico, pero en función de los apoyos que reciba el niño o adolescente, estaremos en presencia de mayor o menor problemática para el menor. Si somos capaces, tanto los familiares como los maestros, de darles a estos niños las “muletas” que necesiten durante el tiempo que las necesiten, estaremos contribuyendo a que este niño se mueva en entornos adaptados. De lo contrario, sólo encontraremos problemas, conductas desafiantes en todas partes y sufrimiento, mucho sufrimiento.


Si entendemos el TDAH como un trastorno del neurodesarrollo llegaremos a la conclusión de que existen diferencias entre el cerebro de un niño con TDAH y otro niño que no tiene TDAH. Son numerosos los estudios que encuentran diferencias en varias estructuras del encéfalo, pero la zona del encéfalo más inmadura y con mayores repercusiones en los niños con TDAH es, sin lugar a dudas, la corteza prefrontal. Es por ello que habitualmente digo que el TDAH es un trastorno, una disfunción o un problema de la corteza prefrontal. ¿Y qué hay en la corteza prefrontal para que tenga tales repercusiones? En dicha estructura es donde se localizan las funciones ejecutivas, es decir, lo que nos diferencia cualitativa y cuantitativamente del resto de las especies: concentración, control de impulsos, memoria operativa, planificación, flexibilidad cognitiva, autorregulación emocional, toma de decisiones, capacidad de autorefuerzo, conciencia, etc. Como podéis ver, todas estas funciones ejecutivas están orientadas al futuro. Me concentro y controlo mis impulsos porque eso supone una ventaja de adaptación futura que no supondría no poder concentrarme y no controlar mis impulsos. Este es el motivo por el cual considero que el TDAH es un problema adaptativo. En los niños con TDAH se observa que la dopamina y la noradrenalina, dos neurotransmisores esenciales para la concentración y el control de impulsos, son deficitarios si los comparamos con niños que no están diagnosticados de esta patología. Si tuviera que elegir un sinónimo para TDAH sería, sin lugar a dudas, autogobierno. El niño y el adolescente con este trastorno tiene una dificultad para autogobernarse, es decir, para hacerse cargo de sí mismo, motivo por el cual precisa de refuerzo y seguimiento externo en todo momento.

Los síntomas de este trastorno son de sobra conocidos por todos: dificultad para concentrarse, hiperactividad, impulsividad, dificultad para reconocer y regular sus emociones, baja tolerancia a la frustración, rigidez cognitiva, necesidad de estímulos y refuerzos externos, dificultad en la toma de decisiones, pobre lenguaje interno, baja automotivación, poca perseverancia, etc. Todos estos síntomas que en mayor o menor medida están presentes en los niños y adolescentes con TDAH se deben a esa inmadurez de la corteza prefrontal. No son capaces o tienen verdaderas dificultades a la hora de hacerse cargo de sí mismos (autogobierno). El TDAH es uno de los pocos trastornos en donde la manifestación o expresión de los síntomas es criticada y señalada por los demás. A nadie se le ocurre señalar a una persona invidente por tener dificultades para desplazarse de un sitio a otro, pero en el caso del TDAH, los síntomas (hiperactividad, dificultades de concentración, regulación de las emociones, etc) sí que es algo que se señala y les estigmatiza.


Si nos preguntamos por la frecuencia de este trastorno en nuestros jóvenes, la mayoría de los estudios concluyen que se da en un 5-7% de los escolares, lo que supone que en cada clase de primaria o secundaria hay, de media, uno o dos alumnos con TDAH. Además, aunque el diagnóstico sea de TDAH, existen tres presentaciones o subtipos diferentes de TDAH: inatento, hiperactivo-impulsivo y combinado. ¿Sabéis cuál es el más frecuente? El TDAH de subtipo inatento es el más frecuente pero es el que menos se detecta y se diagnostica porque es el menos visible (síntomas internalizantes). También debemos tener en cuenta que este trastorno es más frecuente en niños que en niñas. Hay tres o cuatro niños por cada niña con TDAH.

Y ya para acabar, me gustaría dedicar unas palabras a la evaluación y el diagnóstico del TDAH. La evaluación del TDAH, y de cualquier otra patología, requiere de tiempo, cariño y dedicación. No existe la prueba del TDAH. No podemos administrar un única prueba, como si fuese un test de embarazo o un alcoholímetro, para ver si realmente el niño lo tiene o no. Este trastorno se evalúa y se diagnostica mediante un juicio clínico, ya que tenemos que valorar cómo y cuánto influyen la manifestación de los síntomas sobre el día a día del niño (adaptación vs desadaptación). El problema que tenemos hoy en día es que, en ocasiones, estamos diagnosticando el TDAH en base a los síntomas que presenta el niño. Pensemos en la siguiente situación. Los padres de Juan están tendiendo desde hace un año un divorcio muy convulso y complejo; por otro lado, la dinámica familiar de Sara es un verdadero caos, ya que no hay normas, límites, cariño explícito, sus padres apenas pasan tiempo con ella puesto que trabajan hasta tarde, etc. ¿Veríais normal que tanto Juan como Sara se mostrasen dispersos en el colegio, se comporten de manera impulsiva, les cueste regular sus emociones, baje su rendimiento académico de manera significativa y se encuentren desmotivados? Casos como los de Juan y Sara están siendo diagnosticados a diario como TDAH. Por este motivo es imprescindible que no se diagnostique este trastorno solamente en base a la expresión o manifestación de sus síntomas. Dediquemos tiempo y cariño a nuestros niños con TDAH o con posibilidad de tener TDAH para valorar si realmente se trata de un caso de TDAH o no. Ellos lo merecen, y sus familias, que sufren con ellos, también.

Fuente: https://elpais.com

*RAFAEL GUERRERO TOMÁS ES PSICÓLOGO Y DOCTOR EN EDUCACIÓN. DIRECTOR DE DARWIN PSICÓLOGOS Y AUTOR DEL LIBRO “EDUCACIÓN EMOCIONAL Y APEGO. PAUTAS PRÁCTICAS PARA GESTIONAR LAS EMOCIONES EN CASA Y EN EL AULA” (2018).

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