CC Santo Domingo de Silos

martes, 26 de marzo de 2019

Los gurús digitales crían a sus hijos sin pantallas

En Silicon Valley proliferan los colegios sin tabletas ni ordenadores y las niñeras con el móvil prohibido por contrato

La profesora, armada con tizas de colores, suma fracciones en el gran encerado, enmarcado en madera rústica, que cubre la pared frontal de la clase. Los niños de cuarto grado, de 9 y 10 años, hacen sus cuentas en los pupitres con lápiz y cuartillas. El aula está forrada de papeles: mensajes, horarios, trabajos de los alumnos. Ninguno ha salido de una impresora. Nada, ni siquiera los libros de texto, que elaboran los propios niños a mano, ha sido realizado por ordenador. No hay detalle alguno en esta clase que pudiera desentonar en los recuerdos escolares de un adulto que asistió al colegio el siglo pasado. Pero estamos en Palo Alto. El corazón de Silicon Valley. Epicentro de la economía digital. Hábitat de quienes piensan, producen y venden la tecnología que transforma la sociedad del siglo XXI.

Escuelas de medio mundo se esfuerzan por introducir ordenadores, tabletas, pizarras interactivas y otros prodigios tecnológicos. Pero aquí, en el Waldorf of Peninsula, colegio privado donde se educan los hijos de directivos de Apple, Google y otros gigantes tecnológicos que rodean a esta antigua granja en la bahía de San Francisco, no entra una pantalla hasta que llegan a secundaria.


“No creemos en la caja negra, esa idea de que metes algo en una máquina y sale un resultado sin que se comprenda lo que pasa dentro. Si haces un círculo perfecto con un ordenador, pierdes al ser humano tratando de lograr esa perfección. Lo que detona el aprendizaje es la emoción, y son los humanos los que producen esa emoción, no las máquinas. La creatividad es algo esencialmente humano. Si le pones una pantalla a un niño pequeño limitas sus habilidades motoras, su tendencia a expandirse, su capacidad de concentración. No hay muchas certezas en todo esto. Tendremos las respuestas en 15 años, cuando estos niños sean adultos. ¿Pero queremos asumir el riesgo?”, se pregunta Pierre Laurent, padre de tres hijos, ingeniero informático que trabajó en Microsoft, Intel y diversas startups, y ahora preside el patronato del colegio.

Sus palabras ilustran lo que empieza a ser un consenso entre las élites de Silicon Valley. Los adultos que mejor comprenden la tecnología de los móviles y las aplicaciones quieren a sus hijos lejos de ella. Los beneficios de las pantallas en la educación temprana son limitados, sostienen, mientras que el riesgo de adicción es alto.

Trabajadores de las grandes tecnológicas se reunieron el año pasado en una iniciativa bautizada como La verdad sobre la tecnología. Su objetivo es convencer a las empresas de la necesidad de introducir parámetros éticos en el diseño de herramientas que utilizan a diario miles de millones de personas, incluidos niños. “La ingeniería informática durante mucho tiempo era algo muy técnico, no había una idea clara del impacto que iba a tener en la gente, y menos aún en los niños”, explica Pierre Laurent. “No existía una conciencia de que había que lidiar con la ética. Algo que sí pasa, por ejemplo, si trabajas en la industria médica. En la tecnología nunca ha habido un código ético claro”.

Es una lucha desigual. Padres multitarea contra equipos de ingenieros y psicólogos que diseñan tecnología para mantener a sus hijos enganchados. Pero algo está empezando a cambiar. Los gigantes tecnológicos, cada vez más cuestionados en sus políticas comerciales y de privacidad, empiezan a introducir cambios en sus productos, tímidas excepciones al sacrosanto principio de captar más atención.


“Nosotros animamos a los padres a que sean más proactivos a la hora de buscar el contenido”, concluye Álvarez. “La clave es cómo aprendemos a equilibrar, a sacarle provecho, a limitar el uso y a saber que, por su salud física y mental, tiene que haber momentos en la familia en los que no se use nada. Tenemos una campaña que invita a comer y cenar sin móviles, sin que haya un aparato constantemente interrumpiendo con notificaciones. Recomendamos también el uso compartido de los dispositivos y hablar con los niños sobre lo que ven. Y es importante el modelo que somos para nuestros hijos. Si estamos compulsivamente viendo el móvil, justificando que es por trabajo, ¿qué mensaje les estamos trasladando?”.

Articulo completo: El Pais

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