
¿Cuál es, entonces, la manera de mantener motivada a la criatura? Para Soler, "la mejor forma de incentivar al niño es trabajar el autoconocimiento: que sepa quién es, qué fortalezas tiene, qué metas quiere conseguir". De esta forma, apunta, "si ha aprendido competencias que le han ayudado a desenvolverse en el entorno académico, podrá ponerlas en práctica en otras áreas, como la social o la laboral". Fernández habla de compensaciones inmateriales: "Se puede y se debe halagar (verbalmente o con muestras de afecto) al alumno cuando se esfuerza o cuando consigue cualquier logro, por pequeño que sea", una opinión que también suscribe la coach. "La clave", enfatiza Fernández, "es que el premio no sea el motor para estudiar, sino una forma más de que el alumno sienta que sus padres valoran sus esfuerzos y sus logros".
Cuando se opte por alguna forma de regalo, no obstante, tanto la orientadora escolar como la Asociación de Profesores de Madrid prefieren que se plantee de antemano y en familia: "Como casi todo lo importante, es mejor planificarlo. Además, contando con el alumno en esta planificación, este puede sentirse más implicado y con más responsabilidad", observa Fernández. Esta negociación previa puede evitar, además, la que, según Soler, es otra de las grandes trampas de los premios materiales, es decir, que se creen "unas exigencias cada vez mayores" en los padres. Ella misma lo explica: "Primero quiere una muñeca, luego una bicicleta, luego una moto y luego, a lo mejor, querrá un viajazo con sus amigos". Sin embargo, Soler y Fernández insisten en que la mejor opción es el halago y la valoración del esfuerzo antes que el premio material. "Si yo decido, de manera externa, cuál ha de ser la recompensa de mi hijo por sus notas, no va a ser capaz de encontrarla él y no será capaz de tomar decisiones propias", razona Soler.
Articulo completo: El Pais
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